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Me sentí confiada en el conocimiento de que la ley divina por la cual Jesús sanó es igualmente aplicable y eficaz hoy en día.

Todos tenemos el discernimiento para detectar y rechazar todo aquello que no es legítimo y bueno.

Tu “canasta de hermosos duraznos” puede ser algo que le das a otra persona o un tiempo que compartes con alguien que lo necesita. Puede ser expresar amabilidad a alguien que ha sido grosero contigo.

Lo que sucede en tu vida como resultado de tu oración y tu receptividad al bien está gobernado por Dios, el Principio perfecto de toda bondad.

Estoy muy agradecido por la demostración de que la edad no es un factor en la curación.

En el amoroso ambiente del campamento, fui testigo del crecimiento espiritual en la vida de jóvenes de todo el mundo. Qué bendición fue apoyar y ser parte de esto.

Mejoré en reconocer y descartar los pensamientos negativos disfrazados de mi propio pensamiento, reemplazándolos con lo que sabía que era verdad sobre mí por ser la expresión de Dios.

Comencé a ver la naturaleza espiritual y presente perfección de mi hija más claramente. Continué orando para obtener conceptos más claros de su identidad espiritual como imagen y semejanza de Dios.   

Poco a poco superé la decepción de mi experiencia previa con la religión.

Tener el valor de dar un paso atrás, de seguir la guía de Dios, fue la lección más sustancial aprendida durante ese año, y abrió el camino a seguir.