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Viene como el alba

Del número de abril de 1956 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana


El alba viene de diversas maneras. En la mayoría de las partes del mundo viene gradualmente, mientras que en otros lugares despunta velozmente, como lo indican las palabras de la balada bien conocida (en inglés): “El alba viene como el trueno, por la China allende el abra.”

La verdad espiritual puede amanecer de súbito en la consciencia humana trayendo consigo curación cuando uno se vuelve a Dios en oración. Este es el modo natural en que el Cristo aparece en el tratamiento según la Christian ScienceNombre que Mary Baker Eddy dió a su descubrimiento (pronunciado Crischan Sáiens). La traducción literal de estas dos palabras es “Ciencia Cristiana”., como cuando Jesús profería la palabra y curaba al enfermo. Pero como bien saben los Científicos Cristianos, con frecuencia lo que experimentamos es un esclarecimiento gradual en nuestro estado de consciencia, mediante la oración, a medida que echamos a un lado lo humano para dar lugar a lo divino y amanecemos a la contemplación del poder de Dios que aparece en su claridad espiritual.

Recuerdo un amanecer que simbolizaba esto. Mi esposa y yo atravesábamos en automóvil durante la noche el desierto de California, hacia el oriente. A eso de las cuatro de la mañana apareció el cielo por el este una luz nebulosamente tenue, un leve matiz apenas perceptible. Luego percibimos a nuestra izquierda una extraña fantasía que se erguía en las alturas. Era la cima rascacielos coronada de nieve de la montaña Whitney que se destacaba sobre la obscuridad que envolvía al desierto. La tierra yacía invisible en las tinieblas de la noche que parecían alzarse tentacularmente como para tocar esas filigranas precursoras del alba. A poco, un tinte delicado definió el oriente a pinceladas anaranjadas. Tenues haces de oro tierno ribeteaban las nubes que se mecían abajo mientras la aurora diseñaba su acuarela a carmíneos rasgos, anunciando la llegada del sol. Ya para entonces las purpúreas montañas se habían despojado de su nocturno capuz. Y, helas allí, claramente delineadas en toda su grandeza, imponentes en la macicez de su imperiosa hermosura que proclamaba el advenimiento del nuevo día.

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