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El hombre es como Dios lo hizo

Del número de agosto de 1978 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana


Las trascendentales verdades de la Ciencia Cristiana revelan que Dios es el Principio divino de toda existencia, el creador de todo ser y acción. Él es Espíritu, Alma, Mente — la única y sola Mente. Siendo inteligencia infinita y divina, Él es la fuente de toda sabiduría y gobierno. Su ley, la ley del Amor y la Vida, gobierna toda creación. El hombre, por ser la semejanza de Dios, es espiritual y perfecto, la idea consciente de la Mente divina, la expresión del Alma. Está unido a la Mente, y refleja la presencia inspiradora de la Mente por medio de acción espontánea y perfecta. Expresa la lozanía y renovación continua de la Vida.

Como hijo de Dios, el hombre mora en la luz infinita, en la atmósfera espiritualmente clara del Alma. Representa al Principio eternamente activo, al Amor incesante, a la Vida inmortal. Es lo que Dios lo creó para que fuera — la semejanza de Dios, perfecto, impecable, individual. Con este sentido más elevado de Dios y del hombre, podemos romper el mesmerismo de los sentidos materiales que describen al hombre como enfermo y pecador, y liberarnos de la tiranía de la creencia en el mal. La Ciencia Cristiana muestra que la mente carnal o mortal que pretende oponerse a la Verdad y a la realidad espiritual es únicamente una suposición errónea acerca de Dios y el hombre. La mente carnal no tiene existencia verdadera. No es una entidad o un creador. Como no tiene vida, sustancia o inteligencia, no es más que una ilusión.

Cristo Jesús demostró que Dios es la única Mente del hombre. Su fe absoluta en el poder sanador de la Verdad era el resultado de su clara comprensión de la totalidad del Espíritu y de la filiación eterna del hombre con Dios. Jesús curaba con autoridad divina. Y esperaba que su comprensión del Cristo, la idea verdadera de Dios, y su negación del testimonio del sentido material tuvieran resultados inmediatos. Al hombre paralítico que estaba esperando que lo metieran en el estanque de Betesda, le dijo: “Levántate, toma tu lecho, y anda”. Juan 5:8; A la mujer que había sido esclava de una deformidad física durante dieciocho agobiadores años, le dijo simplemente: “Mujer, eres libre de tu enfermedad”, Lucas 13:12; y la mujer sanó inmediatamente. A los cojos, ciegos, sordos, leprosos, les habló la Palabra de la Verdad y sanaron en seguida. Hasta los muertos fueron restaurados a la vida.

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